Encuentro de los Responsables de Migraciones de las Conferencias Episcopales Europeas

Los días 26 y 27 de septiembre se han reunido en Madrid los obispos y delegados responsables de la pastoral de migraciones de las Conferencias Episcopales de Europa, con el objetivo de analizar los desafíos de la integración de los refugiados después de la acogida, estudiando la respuesta de la Iglesia ante el flujo migratorio en Europa, y tratando de integrarla en el Año de la Misericordia.

Se ha trabajado «cómo se realiza la integración en los respectivos países, compartiendo las dificultades y las buenas prácticas», afirma monseñor Duarte da Cunha, secretario general del CCEE, que continúa: «cuando se afronta el fenómeno de la migración es necesario responder no solo a los desafíos en términos de caridad hacia las personas que escapan de zonas de guerra o de situaciones de completa inestabilidad política y social; es importante también afrontar las diferentes etapas de la integración: desde la asistencia humanitaria al reasentamiento en un país extranjero. Europa se está convirtiendo cada vez más en un espacio multicultural, donde se integran personas de diferentes orígenes. Está en el ADN de Europa, plasmado también en sus raíces cristianas, el tener una identidad cultural abierta, no indiferente ni sincretista, sino en diálogo, consciente que no sólo tiene mucho para ofrecer, sino también tiene mucho para recibir». Entre los muy diversos temas tratados, no faltó la reflexión sobre la trata de seres humanos (el trabajo del Santa Marta Group, al que pertenece José Luis Segovia, vicario de esta Vicaría de Pastoral Social e Innovación) y la presencia de inmigrantes chinos en Europa.

La primera jornada de trabajo finalizó con la celebración de la Eucaristía en la parroquia Santa María del Silencio, junto a una delegación diocesana de la Pastoral de los Inmigrantes de Madrid, presidida por el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro Sierra. El martes, día 27, en la sede de la Conferencia Episcopal Española (CEE),  se celebro la eucaristía de clausura, presidida por el cardenal Ricardo Blázquez Pérez, presidente de la CEE.

Organizó este encuentro el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE)  con la ayuda de la COMECE.

  • Programa del encuentro: aquí.
  • Nota del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa: aquí.
  • Álbum de fotos: aquí.

Comunicado final: Redescubrir el don de la hospitalidad

La gente conoce cada vez más el drama que viven miles de migrantes que cada día se arriesgan tratando de alcanzar el territorio europeo, cruzando el Mediterráneo en barcos en mal estado y el desierto en largas marchas de la muerte; en cambio son menos conocidas las historias de generosidad, historias donde se comparte y se acoge genuinamente, historias que acompaña el fenómeno migratorio de los últimos tiempos. Después de la urgencia de acoger, la Iglesia Católica está en primera línea en la emergencia relacionada con la integración de miles de migrantes. En Madrid, los obispos y los delegados responsables de la pastoral de los migrantes en Europa han dialogado sobre los «modelos» de integración, las buenas prácticas y los desafíos para la sociedad europea.

Después de haber afrontado la cuestión de la acogida en el año 2015, los directores nacionales de la pastoral de los migrantes se han focalizado en el Año de la Misericordia en el desafío de la integración. El encuentro tuvo lugar en Madrid desde el 26 al 27 de septiembre invitados por el obispo de Albacete, Mons. Ciriaco Benavente Mateos, Presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española.

La integración de los migrantes y de los refugiados es un fenómeno complejo y de múltiples facetas donde no existe un modelo único, sino diferentes experiencias relacionadas con las necesidades y las posibilidades del territorio que acoge. La Iglesia Católica, como han testimoniado los participantes, está comprometida en todos los países con diferentes actividades y programas. Sin embargo, ya sea la acogida como la integración no son prerrogativas de un sector particular de la sociedad civil y/o de instituciones de la iglesia, sino de toda la sociedad, porque es la persona en su totalidad – es decir, es una persona que necesita un trabajo, una casa pero también necesita el afecto de una familia y un apoyo espiritual – que debe ser acogida. Tampoco es un asunto solamente del migrante o de quién pide asilo, sino que corre por un camino paralelo poniendo en juego también la responsabilidad y la capacidad de la comunidad que acoge, llamada a dar espacio a la diversidad.

Con su enfoque, la Iglesia siempre busca promover esta doble dimensión, con un trabajo que tenga en cuenta tanto las necesidades de los migrantes, en su integralidad y en su dignidad de persona, como también las necesidades de la comunidad que acoge. Los muros, antes de ser realidades físicas, son los muros que se elevan en los corazones humanos. La ignorancia y el miedo son, de hecho, los primeros obstáculos que hay que superar. Las personas tienen que comprender qué significa ser un refugiado, qué significa tener la propia vida contenida en una simple mochila. Por lo tanto, es claro que el verdadero desafío de la integración pasa antes que nada a través de un trabajo educativo de toda la sociedad. Es necesario educar a la gente al diálogo y al encuentro. De hecho, el encuentro con los que son diferentes a nosotros, si se realiza con la disposición apropiada, es siempre enriquecedor y se inserta en la óptica del intercambio de dones.
Este acompañamiento de la comunidad que acoge debe realizarse junto a todas las realidades sociales y eclesiales presentes en el territorio. Sólo una educación al encuentro y al diálogo permitirá erradicar temores injustificados, sostenidos frecuentemente por estereotipos y cliché, que alimentan cada vez más sentimientos xenófobos en Europa.

Entre las distintas experiencias presentadas por los participantes, el medio pedagógico-pastoral privilegiado para promover una real integración parece ser “trabajar juntos”. Es en el hacer juntos, acciones y actividades concretas que el migrante y la comunidad que acoge se perciben como una sóla cosa. En el espíritu del Año de la Misericordia, los directores nacionales luego han recordado la necesidad de volver a descubrir el significado y el valor de la hospitalidad que ayuda a los cristianos a responder mejor al desafío de la integración. En esta óptica, la parroquia es, sin duda, el espacio privilegiado donde se puede realizar una verdadera pedagogía del diálogo y del encuentro. En sus distintas realidades, la comunidad parroquial puede convertirse en un gimnasio de la hospitalidad, el lugar donde se realiza el intercambio de experiencias y de dones, donde se forja la convivencia pacífica que todos aspiramos.

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