Los cristianos ante el cuidado de la “Casa común”
Juan Fernández de la Cueva Martínez-Raposo
Dtor. del Secretariado de Pastoral del Trabajo de nuestra Archidiócesis
24.8.21
La Iglesia nos invita a celebrar la “Jornada mundial por el cuidado de la creación” el 1 de septiembre. Este año la ONU nos motivó a tomar conciencia de esa necesidad con documentos con tonos alarmantes del peligro en que está nuestra “casa común”, como llama el papa Francisco a la creación.
Doscientos treinta y cuatro científicos convocados por la ONU de todos los puntos del planeta confirman que “el ser humano ha tenido un rol innegable en el calentamiento global del planeta tierra” y que “la actividad humana ha causado la mayoría de esa subida”.
¿Qué dice la DSI sobre esta situación? La encíclica más reciente que últimamente trata esto ha sido “Laudato si”. Un brevísimo resumen de ella: “Para salvaguardar el medio ambiente, la creación, el Papa hace algunas propuestas, entre las que destaca que toda ecología ha de tender a ser una “ecología integral” que incluya lo cultural, lo espiritual, lo social, la justicia y caridad como valores cardinales”. El subtítulo de la encíclica es significativo: “El cuidado de la casa común”.
En este planteamiento, el cuidado de la “casa común” (el planeta) no consiste en vigilar el tejado (en ecología, la atmósfera) o los aparatos electrodomésticos (en ecología, la industria, el sistema productivo) sino la convivencia en un hogar con todos sus valores.
La industria mundial, o los “aparatos electrodomésticos” del planeta “casa común” traen muchos bienes (el confort, la salud, …) pero lo importante para la convivencia humana depende fundamentalmente de los fines para los que se usen (¿para privilegio de algunos habitantes del hogar y discriminatorio de otros?, ¿para el individualismo exclusivo de cada uno en su habitación?)
A ese respecto, veo muy sugerente el cuento de León Tolstoi que he leído en Leonardo Boff, teólogo ecologista.
“Un campesino cansado de trabajar día y noche en su pequeño lote de tierra muy poco fértil, decidió irse lejos. Estaba cabreado por el poco fruto que sacaba y los muchos impuestos que pagaba.
Supo que otros campesinos hacían un pacto con el diablo y conseguían tierras muy baratas, hasta por precios irrisorios. Y allá se fue.
Llegado a esas tierras prometedoras, el diablo le dijo: Ya que quieres ser rico trabajando te voy a hacer una excelente propuesta: Tú pones todo tu dinero en esta bolsa y se queda aquí. El territorio que recorras a lo largo de todo un día, desde el amanecer hasta la puesta del sol, será tuya, siempre que estés de vuelta antes de ponerse el sol. En caso contrario perderás el dinero de la bolsa.”
A la mañana siguiente, apenas el sol rompió el horizonte, el campesino echó a correr. Saltó cercas, atravesó riachuelos y no satisfecho ni siquiera se paró para descansar. Así recorrió muchos kilómetros, no siempre satisfecho con lo que había conquistado, pues los lugares que veía eran atractivos, fértiles y alimentaban su deseo incontenible de poseerlos también.
De repente miró el cielo y se dio cuenta de que el sol se estaba ocultando detrás de una montaña. Se dijo: “No hay tiempo que perder. Tengo que volver corriendo, si no perderé todos los terrenos recorridos y, además, el dinero”.
Se puso a correr con una velocidad desmedida para sus piernas ya cansadas. Pero no tenía más remedio que correr. Corría y corría sin parar. Entonces fue cuando, extenuado y ya sin fuerzas, se desplomó en el suelo cerca de la meta. Los pulmones no resistieron más. Y murió.
El diablo indiferente al muerto y codicioso, se adueñó de la bolsa del dinero, hizo una fosa del tamaño del campesino y lo metió dentro.
De todos los terrenos atrayentes que vio y deseaba poseer, al campesino sólo le quedaron al final los siete palmos para su sepultura”.
¿Preguntas para pensar?
¿Sería mucho asemejar el engaño cautivador del “diablo” en el cuento de Tolstoi, con lo que el papa Francisco llama teológicamente “los nuevos ídolos” EG 55?
¿Es exagerado decir que el ser humano, metido en el este sistema económico-social que mata, corre el peligro del campesino del cuento?
Descubre más desde Pastoral Social e Innovación - Archidiócesis de Madrid
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Gracias Juan por esta reflexión que has hecho sobre la casa común.
Necesitamos tomar conciencia de lo que estamos haciendo con la casa común. No vale tirar balones fuera, tod@s estamos obligados a arrimar el hombro con un comportamiento responsable y coherente, como cristianos debemos mostrar la gloria de Dios…que en su creación, vio que todo era bueno.
Muy de acuerdo con usted, Carmina. Y nos sumamos de corazón al agradecimiento a Juan.