Mons. Rafic Nahra, obispo auxiliar de Jerusalén y vicario patriarcal para Israel,

«No se puede fingir que los palestinos no existen» (Vicario de Israel)

«NO SE PUEDE FINGIR QUE LOS PALESTINOS NO EXISTEN»
«La Iglesia, aunque no tiene poder político, seguirá siendo un llamado a la humanidad -incluso en un teatro de guerra- a reconocer que los demás siguen siendo seres humanos y que los inocentes no tienen que pagar el precio».

[Artículo de Darío Salvi]
[Foto: Custodia Terrae Sanctae]
[Tomado de Zenit, 16.10.23]

El vicario patriarcal de Israel habla sobre la conmoción por el ataque al corazón del país. La masacre golpeó a inocentes, mujeres y niños, jóvenes que querían divertirse. Una violencia que tiene su origen en la negación de los derechos del pueblo palestino, y los únicos que ganan son «los respectivos extremismos». La Iglesia de Tierra Santa no es un «poder político», sino una «voz de paz», que sigue siendo «el objetivo».

Mons. Rafic Nahra, obispo auxiliar de Jerusalén y vicario patriarcal para Israel,Israel no puede pensar en garantizar su seguridad «haciendo acuerdos con Egipto, Jordania, Arabia Saudita o los Emiratos Árabes Unidos», si al mismo tiempo «ignora a los palestinos, finge que no existen o lo afirma abiertamente», como hizo recientemente el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich. Mons. Rafic Nahra, obispo auxiliar de Jerusalén y desde 2021 vicario patriarcal para Israel, recuerda que la paz en una tierra santa, pero ensangrentada por explosiones cíclicas de violencia y guerras, no puede prescindir de «la justicia, el derecho y el reconocimiento recíproco».

Sobre todo hoy, cuando los milicianos de Hamás han atacado directamente el territorio israelí desde Gaza, provocando la peor masacre de civiles, mientras el resto de la población observaba impotente y conmocionada los vídeos de la violencia en las redes sociales o en la televisión. Y sumiendo a toda una nación en el caos y la desesperación. «Los palestinos –señala el prelado a AsiaNews desde su residencia en Nazaret– son cinco millones, y no se los puede ignorar».

“Lo que ocurrió el sábado pasado – afirma Mons. Nahra- fue algo impresionante y difícil de tolerar. La reacción de Israel es igualmente fuerte, debido a la muerte de muchos civiles que estaban desarmados e indefensos. Eran hombres, mujeres, jóvenes, ancianos y niños cuyo asesinato provocó una conmoción general en el país. Está claro que se trata de actos inaceptables y que no se pueden justificar de ninguna manera. Al mismo tiempo, es igualmente evidente que existe una ira generalizada entre los palestinos que se ha ido acumulando a lo largo de los años, se sienten impotentes porque otros deciden o han decidido por ellos en el pasado. Desde los nuevos asentamientos hasta las incursiones en Al Aqsa, estos factores han alimentado y siguen alimentando una profunda ira en el pueblo palestino, que en estas circunstancias parece destinada a no acabar nunca».

Las mismas palabras del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que desde el principio se dirigió a la población diciendo que el país «está en guerra», sugieren un conflicto que «podría ser muy largo», observa el vicario patriarcal. “Ya 187.000 palestinos –continúa el prelado de 64 años, nacido en Egipto de padres libaneses que emigraron por motivos de trabajo– han tenido que abandonar sus hogares”, confirmando que lo que está sucediendo corre cada vez más el riesgo de convertirse en “el drama de los inocentes. Como los jóvenes que se habían reunido para el festival de música, para bailar y divertirse: resulta intolerable –afirma mons. Nahra- pensar cómo murieron, verlo en los videos… son inocentes que han pagado un precio muy alto».

Para intentar desactivar el conflicto palestino-israelí, primero debemos garantizar la «dignidad» al pueblo palestino, junto con la «libertad» de vivir en una «tierra que también sea suya». Pero mientras no se cumplan estas condiciones, afirma el prelado, “no habrá paz. Al contrario, hoy los ganadores son los extremistas de ambos lados, ellos son los que dictan las reglas mientras los demás sufren». Esto sucede tanto del lado palestino con Hamás, como en el frente israelí con las leyes y el poder ejercido en estos últimos años según el criterio de «hago lo que se me antoja». El que sale perdiendo en todo esto es el pueblo, también el palestino. Baste pensar –explica– que en los últimos meses al menos 30.000 personas de Gaza iban a trabajar a Israel, y ahora no tienen nada. No son ellos los que ganan, sino los extremistas».

Por eso, hoy más que nunca, hacen falta «decisiones valientes» por el bien común de ambos pueblos, empezando por el israelí «que ha vivido un trauma. Yo también he sufrido junto a una nación paralizada y pegada a las pantallas, viendo las imágenes de la violencia que se estaba consumando, los jóvenes asesinados, los niños tomados como rehenes». Salir de esta situación «llevará tiempo, pero espero que los gobernantes sepan ser valientes y digan a sus respectivos pueblos que no puede haber paz sin honor y dignidad recíproca».

Esa ideología extremista y radical, que niega el derecho a la vida del otro, al que considera un enemigo que debe atacar y destruir, es la misma que ha provocado en los últimos meses una progresiva escalada de ataques de judíos ultraortodoxos contra cristianos. A menudo en silencio, cuando no con la aprobación de las autoridades y el silencio de los medios y del mundo de la información, como los escupitajos dirigidos contra los cristianos que participaban en una procesión en Jerusalén hace pocas semanas. “Es evidente que no se trata del mismo nivel de violencia – aclara mons. Nahra- pero la ideología subyacente es la misma, y por eso se han multiplicado las denuncias de la Iglesia y las tomas de posición, incluso fuertes, del patriarca Pizzaballa. Los extremistas se han sentido protegidos durante mucho tiempo, autorizados a llevar a cabo actos de violencia en medio de un silencio increíble, pero ahora la prensa también ha empezado a hablar de eso, algo ha cambiado, aunque haya tardado meses».

Esperamos, observa el auxiliar de Jerusalén, que «Israel no se deje atrapar por la sed de venganza» y que «sepa distinguir entre el pueblo y los extremistas». En este contexto de violencia, sangre y terror «la Iglesia, aunque no tiene poder político, seguirá siendo una voz de paz, un llamado a la humanidad -incluso en un teatro de guerra- a reconocer que los demás siguen siendo seres humanos y que los inocentes no tienen que pagar el precio. Se requiere humanidad y justicia, es necesario garantizar un lugar para que los palestinos vivan con honor y dignidad», y al mismo tiempo la seguridad de los israelíes. “La Iglesia no deja de señalar este camino y aunque no se alcance pronto, la paz sigue siendo el objetivo necesario”.

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